Principios de la educación financiera
Según el famoso psicoanalista Sigmund Freud, el hombre tiene dos tabús principales: uno es su relación con el sexo, el otro su relación con el dinero. Un ejemplo de ello es que nos suele costar mucho decir públicamente en cuánto está valorado nuestro patrimonio personal. Por ello, una correcta educación financiera es clave para superar estos dos tabús y conseguir, así, el camino más adecuado a la felicidad.
Y el camino más fácil para conseguir la felicidad con el dinero no es otro que el de lograr la libertad financiera. Hacer del dinero algo que no sea lo principal en la vida o, cuando menos, que no se convierta en un obstáculo para vivirla plenamente. Ello se consigue con una adecuada educación financiera que enseñe el valor real del dinero, cómo hacer del ahorro un hábito, cómo optimizar ingresos y cómo obtener ingresos pasivos, es decir, que el dinero trabaje para que nosotros ganemos en calidad de vida, en vez de que nosotros trabajemos para ganar dinero.
Educación financiera, una educación transversal
La educación financiera tiene que atravesar todas las etapas de la vida del ser humano, desde la infancia hasta la senectud, ya que el dinero es necesario en todas estas etapas de la vida, incluso cuando se camufla a modo de regalo en la niñez, y en todos los ámbitos: doméstico, familiar, laboral…
En este sentido, la educación financiera es especialmente importante en el ámbito de la economía doméstica, verdadero reflejo de la persona, ya que es el destino donde convergen todas las otras economías (laboral, social, etc.). Por ello, hay que prestar especial énfasis en educar al individuo para que, en lo particular y en lo familiar, sea un consumidor inteligente, ahorrador, responsable y que se erija como ejemplo de los otros componentes de la unidad familiar (hijos, cónyuges).
En definitiva, la clave para lograr que la educación financiera sea un éxito es ponerla en práctica a través de finanzas fáciles para todos.