Conocer las finanzas conductuales ha aportado mucha luz para entender a los inversores. Durante los últimos años los científicos se han centrado en un campo que investiga el comportamiento financiero de las personas. La teoría recibe el nombre de behavioural finance, o finanzas conductuales.

La colaboración entre importantes fuentes de conocimiento, como son la psicología, la neurología y la economía, ha desarrollado dos incipientes disciplinas: 1) la neuroeconomía (aplicada al ámbito general) y 2) las neuro finanzas.

Las neuro finanzas tratan del estudio del impacto que tiene la psicología en las decisiones de inversión y financieras, así como sus consecuencias en los mercados.

Hasta hace pocos años, los técnicos y expertos en inversiones han defendido que los mercados se comportaban de forma eficiente y, por tanto, predecible.

Sin embargo, las aportaciones de las finanzas conductuales han puesto de manifiesto cómo los mercados se convierten en ineficientes a raíz de movimientos irracionales, provocados por las decisiones emocionales de compradores y vendedores.

El respaldo a la neuroeconomía y finanzas conductuales ha sido grande a raíz del profundo trabajo realizado por Daniel Kahneman (psicólogo cognitivo) y su colaborador Amos Nathan Tversky (psicólogo matemático).

Daniel fue galardonado con el premio nobel de economía en el año 2002. Su trabajo se refleja en el libro “Thinking: Fast and Low” (Pensar rápido, pensar despacio”), profundizando en dos sistemas cerebrales que influyen en la toma de decisiones económicas.

Es la primera vez en la historia que un psicólogo gana un premio nobel de economía, lo que nos puede dar idea de la enorme transcendencia que pueden llegar a tener las emociones y la psicología en los resultados de nuestras inversiones.

Las finanzas conductuales ayudan a detectar donde se pueden producir movimientos irracionales en los mercados, debidos a factores emocionales que desencadenan la avaricia, el miedo, la ansiedad y otras emociones en los inversores: las noticias, las recomendaciones de “expertos”, ciertos datos económicos de una empresa o de un sector, acontecimientos políticos y sociales de gran magnitud, etc.

Las finanzas conductuales sirven a los inversores no profesionales a no cometer errores, que son los que llevan al gran público a tomar decisiones nefastas para su economía, guiados por el “efecto manada”.

Este efecto es que se puede observar en la naturaleza con las grandes bandadas de pájaros, o peces, que son capaces de movimientos bruscos y rápidos en una misma dirección. Uno de los beneficios de la pertenencia al grupo, que también se da en el ser humano, es la disminución del estrés: la persona se siente más segura y cómoda cuando su comportamiento va apoyado por todos los miembros del grupo.

El “efecto manada” es la causa de que cuando se inicia un movimiento de venta de acciones o de valores bursátiles, hay un sobre entendimiento común de que hay una amenaza de bajada de las cotizaciones.

Los inversores no profesionales, que no quieren perder su dinero, se desprenden rápidamente de sus acciones, aun las rentables, provocando aún más esa tendencia bajista. Los inversores profesionales, que conocen este efecto, pueden manipular los mercados – de hecho, lo hacen- quedándose hábilmente con el dinero muchos inversores inexpertos.

¿Qué provoca el “efecto manada”? En el mundo animal, un disparo de los cazadores o la aparición de un depredador hace saltar un mecanismo interno (relacionado con el cerebro reptiliano o centro de supervivencia primitivo) y provocar muchas muertes inútiles, por efecto de la desbandada.

En el caso de    las personas el impulso es similar, puede ser el miedo a la perdida de dinero o el deseo de ganancia rápido, que se refuerza por el comportamiento masivo de los inversores, que actúan de forma emocional, no racionalmente, ante determinados estímulos.

     
CONOCE LA BASE FISIOLÓGICA DE TU COMPORTAMIENTO FINANCIERO

El comportamiento ante el dinero, las finanzas e inversiones está basado en cómo ha ido evolucionando el cerebro de las personas a lo largo de miles de años.

Gracias a avances tecnológicos como el scanner, se ha podido medir la respuesta de determinadas zonas del cerebro a emociones que intervienen en la actividad inversora. Veamos las tres partes de tu cerebro y con qué necesidades está relacionado.

Cerebro primitivo o reptiliano

Es el más primitivo y se calcula su desarrollo hace unos 500 millones de años. Se encuentra principalmente en los reptiles (de ahí su nombre). Su función básica es contribuir a la supervivencia, con tres posibles respuestas ante una amenaza vital: atacar, huir o la inmovilización.

Su respuesta es instintiva, las emociones     no tienen influencia. Esta parte del cerebro no piensa, no siente y no razona.    Está en el presente, conectado totalmente a la acción. Está relacionado con las necesidades básicas de sobrevivir, es decir, lograr comida, perpetuar la especie a través de la actividad sexual, y proteger ante las amenazas del entorno.

Esta parte del cerebro controla las funciones automáticas del cuerpo: la respiración, el ritmo cardíaco, el sistema locomotor, el sistema digestivo, los estados de vigilia y sueño.

Es el responsable de las respuestas fisiológicas no controladas. Registra la parte subconsciente de las personas, que actúan de forma impulsiva y sin pensar como respuesta automática a una amenaza real o imaginada.

El miedo del inversor a la perdida de dinero reside en el cerebro primitivo o reptiliano. A través de pruebas como el electro-encefalograma, la medición del ritmo cardiaco, la tensión sanguínea, la sudoración de las manos o la sequedad de la boca, se ha medido la intensidad fisiológica y resulta dos veces más elevado el impacto doloroso a la perdida que la satisfacción obtenida por la ganancia.

Una imagen vale más que mil palabras. Te pongo un ejemplo muy visual. Imagínate que alguien te invita a acercarte a una caja de cristal, con una serpiente de cascabel, altamente venenosa, en su interior. La caja es totalmente transparente y tiene una tapa que aísla la serpiente del exterior.

Tu acercas la mano, curioso. La serpiente responde a tu cercanía con un movimiento muy rápido hacia tu mano. Sin pensarlo ni una décima de segundo, das un salto hacia atrás y te alejas de la caja. ¿Qué ha pasado? Tu cerebro primitivo no razona, no tiene tiempo para hacerte pensar que la serpiente no puede hacerte daño; tu organismo libera adrenalina, te impulsa un movimiento sumamente rápido de retirada y te protege de un daño mortal posible.

Este cerebro reptiliano está presente siempre en tus decisiones económicas  y de inversión. El instinto de conservación impulsa al inversor a una compra de acciones no meditada, aunque el precio sea cada vez más alto, comprometiendo la rentabilidad de su dinero.

Esta situación se asemeja al comportamiento animal ante una presa de caza, que disputa ante otros animales para garantizar su comida y la de su camada.

Este cerebro primitivo está detrás de las decisiones rápidas de las personas que, presas de pánico, se desprenden de unos valores que el mercado está penalizando en su cotización por alguna noticia o evento.

¿Recuerdas la caída brutal de las bolsas en el mundo cuando el candidato del partido republicano Donald Trump, parecía que iba a ganar -en contra de todos los pronósticos- frente a la candidata favorita, del partido demócrata, Hillary Clinton?

Después de que se consolidaran los resultados a favor de Trump, el movimiento de las Bolsas fue una autentica montaña rusa, ya que después de pérdidas millonarias en los valores principales de los mercados mundiales hubo un remonte de las cotizaciones espectacular. ¿Cuánto dinero perdieron los inversores en ese día?

¿Quiénes aprovecharon el cambio de tendencia y obtuvieron enormes plusvalías? ¿Como es posible que se pueda pasar de un pesimismo bursátil generalizado al optimismo más imprevisible? Las neuro finanzas tienen la respuesta.

Cerebro límbico o emocional

El cerebro límbico o emocional está relacionado con las emociones y se activa tanto en la posible recompensa por ganancias, como la aversión a la perdida. Se desarrolla a través del aprendizaje o repetición de conductas. La búsqueda de lo que nos gusta, o el placer, se tiene muy en cuenta en toda la ciencia de la publicidad y marketing actual. ¿Conoces las continuas campañas que hace una empresa, Coca Cola, con sus mensajes de “la chispa de la vida” que asocia el consumo de esta bebida a la felicidad?

“El neuromarketing es una disciplina que tiene como función investigar y estudiar procesos cerebrales que hacen de una manera clara la conducta y toma de decisiones de las personas en los campos de acción de marketing tradicional (inteligencia de mercado, diseño de productos y servicios, comunicaciones, precios, posicionamiento, canales y ventas).” Fuente Wikipedia.

En tema de ahorro, finanzas e inversión, esta característica emocional del cerebro humano es utilizada especialmente en el asesoramiento de productos, donde se resaltan aspectos que a las personas les gustan, les dejan tranquilos y les despiertan emociones positivas. La neuroeconomía “estudia la conducta económica para entender de mejor forma la función del cerebro, y estudia el cerebro para examinar y complementar modelos teóricos acerca de la conducta económica”.

Es muy importante el impacto de las emociones en las decisiones económicas. Las pérdidas de dinero están relacionadas con impulsos y deseos no racionales. Primero se toma la decisión de forma impulsiva y luego se racionaliza. Aquí tienes algunos ejemplos:

 Entrar en un negocio piramidal con la ilusión de ganancias rápidas y baj la presión emocional de alguien cercano.

Prestar dinero a un familiar sin considerar la viabilidad del negocio que nos plantea y su capacidad de devolución.

Empezar a invertir en bolsa sin tener la preparación suficiente, porque el vecino o un amigo te ha dicho que se gana dinero.

Contratar un producto complejo de inversión que te ofrece el director de    la entidad financiera donde tienes tu cuenta, porque te dice que solo lo ofrecen a los mejores clientes y que es una buena oportunidad.

Suscribir un contrato de préstamo hipotecario sin leer el condicionado, porque sientes que los empleados de la oficina bancaria “se portan bien contigo y no te van a engañar”.

Contratar la tarjeta de crédito “revolving” o de pago aplazado, a pesar de que tiene unos intereses altos, porque te dicen que la cuota mensual a pagar es muy pequeña.

Comprar criptomonedas fijándote solo en que es un producto que, al parecer, va a tener mucho futuro, sin fijarte en si la cotización está alta o baja.

Comprar semanalmente participaciones de la lotería, pensando que también a ti te puede tocar y que tu vida puede cambiar por arte de magia.

Situaciones en las que puedes tomar decisiones de tipo económico revestidas con la emoción de ganar mucho dinero, de forma rápida y sin esfuerzo, se te van a presentar a lo largo de tu vida. No importa si alguna vez vas al casino y te dejas en las máquinas tragaperras algún dinero. Asume que ese dinero -previamente- está perdido. ¿Quién no ha tenido la ilusión de que la suerte, esta vez, se ponga de nuestro lado?

Cerebro racional o neocórtex

En el neocortex reside el sistema lógico de pensamiento, análisis y toma de decisiones. Biológicamente es el más moderno y evolucionado, es el encargado de poner luz   a los diferentes datos e impresiones que nos llegan del entorno.

El filósofo, matemático y físico francés, Rene Descartes, con sus estudios sobre el pensamiento y la conciencia en las personas, marcó una etapa decisiva en la forma de contemplar al ser humano. Con su famosa declaración “Pienso, luego existo”, defendió el pensamiento como un hecho que nos distingue de los animales, impulsando el análisis, el manejo de datos, a diferencia de la respuesta impulsiva no consciente de los seres carentes de inteligencia superior.

Este enfoque del valor del pensamiento ha tenido un impacto grande desde el siglo XVII hasta la fecha. Ha sido un eminente neurocientífico y médico neurólogo de origen portugués, Antonio Damásio, el que ha hecho grandes aportaciones a    la ciencia, poniendo de relieve que el ser humano es, además de racional, muy emotivo. Su libro “El error de Descartes” pone de manifiesto cómo la persona toma decisiones muy rápidas, de forma inconsciente y con una base emocional. Esas emociones no solo residen en el cerebro, sino que están presentes en cada célula y en el sistema nervioso, endocrino  y circulatorio.

Reconocer el impacto de las emociones en la vida de las personas ha supuesto una cercanía a su realidad diversa y cambiante.

Veamos ahora cuales son las funciones del neocórtex o cerebro racional:

*Recibe y analiza datos, saca conclusiones, toma decisiones

 *Compara datos, desecha información

*Asigna valores a esos datos, priorizando, dándoles valor

*Organiza la información que recibe

 *Puede pasar de lo concreto a lo abstracto y sin significado evidente  

 *Establece relaciones entre los datos para elaborar conclusiones nuevas

*Es capaz de ser creativo e innovar de forma ingeniosa

*Anticipa resultados a raíz de datos anteriores

*Es capaz de inhibir acciones o de posponerlas

*Analiza y gestiona el tiempo

Si piensas y eres consciente de ello, marcas una diferencia entre tu ser pensante y el ser que se da cuenta de que está pensando. Te conviertes en observador.

Puedes darte cuenta de los pensamientos que vienen a tu mente a raíz de todo   lo que ocurre a tu alrededor, a la par que puedes ser consciente de que surgen pensamientos en ti mismo.

Uno de los mayores problemas que tienen las personas es la “identificación” con sus sentimientos y sus pensamientos.  “Soy impulsivo”, “soy apasionado” o “soy descuidado” reflejan un comportamiento, que se puede cambiar.  Para que una persona pueda realizar cambios significativos en sí mismo ha de poner consciencia sobre sus patrones condicionados de conducta, que provienen un poco de la genética, mucho de su personalidad y de la educación recibida en su entorno familiar.

En lo que respecta al mundo del dinero, las finanzas y las inversiones la emocionalidad, propia del cerebro reptiliano y del cerebro límbico, no aporta mucha eficiencia, todo lo contrario. Prueba de ello son los sesgos emocionales que una y otra vez se detectan en la toma de decisiones económicas, con resultados ineficientes, pérdida de cuentas, negocios que fallan por falta de una planificación realista, e inversiones bursátiles que no se habrían hecho de tener en cuenta datos objetivos.